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La deuda pública global, una crisis silenciosa que ahoga al mundo a cámara lenta

Los expertos y las entidades internacionales alertan sobre el progresivo endeudamiento de los países, tanto en las economías desarrolladas como en las emergentes. El creciente peso de los pagos de intereses en las cuentas públicas puede afectar a los programas sociales y otros gastos de los Gobiernos nacionales

Deuda países en % PIB Gráfico
Luis Alberto Peralta

El endeudamiento de los Gobiernos sigue aumentando a nivel global, y con él las posibilidades de una crisis múltiple. Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) han alertado en los últimos meses sobre los elevados niveles de deuda en que los Gobiernos mundiales están incurriendo, que podría alcanzar o incluso superar el 100% respecto al PIB global antes del final de esta década (actualmente ya ronda el 95%). En este contexto, los expertos advierten de que la creciente presión de los intereses sobre las cuentas públicas a nivel global podría afectar al financiamiento de las políticas de los países o incluso ocasionar impagos.

El incremento del endeudamiento no tiene barreras geográficas ni diferencia entre países ricos o emergentes. De hecho, el FMI proyecta que los Gobiernos del G7 eleven su pasivo bruto en un 4,4% de media para 2030, mientras que China la aumentará en un 9,7% y los países en desarrollo en una media del 8,4% en este periodo. “Los riesgos de la deuda ya eran elevados. En un escenario extremadamente adverso, la deuda pública mundial podría alcanzar el 117% del PIB para 2027. Esto representaría el nivel más alto desde la Segunda Guerra Mundial, superando las proyecciones de referencia en casi un 20%”, sentencia un análisis reciente del Departamento de Asuntos Fiscales del FMI.

Esta tendencia es corroborada por otras entidades. Por ejemplo, la OCDE proyecta que la emisión de bonos soberanos en los países miembros de la organización alcance un récord de 17 billones de dólares en 2025, frente a los 14 billones en 2023. Asimismo, los préstamos para los mercados emergentes y las economías en desarrollo en los mercados de deuda también han crecido significativamente: de alrededor de un billón de dólares en 2007 a más de tres billones en 2024.

Dicho esto, cabe mencionar que economías como Japón, Estados Unidos o Canadá se sitúan entre los diez países con mayor pasivo bruto en el mundo (en el segundo, octavo y décimo puesto, respectivamente). Asimismo, tres miembros de la Unión Europea también se encuentran en este grupo: Grecia, Italia y Francia (en la cuarta, séptima y novena posición), según las últimas cifras del FMI (ver gráfico).

Riesgos

Pero ¿qué consecuencias supone el aumento de pasivos a nivel global? La OCDE considera que los intereses de la deuda adquirida se están convirtiendo en una carga cada vez más significativa para las economías de todo el planeta. “En los últimos años se ha refinanciado una cantidad relevante de deuda con rendimientos más altos que las emisiones originales. Como resultado, la ratio de pago de intereses sobre el PIB subió en dos tercios de los países de la OCDE en 2024 y alcanzó el 3,3%, lo que representa un repunte del 0,3% con respecto a 2023. Esto significa que el gasto en pago de intereses es mayor que su gasto público en defensa en términos agregados”, indica el Informe sobre la deuda global 2025 de la OCDE, publicado recientemente.

“Cuanta mas deuda tienes, mas caro y dificil es que te presten más. La acumulacion de deuda reduce el margen de maniobra para lidiar con nuevas crisis. Tambien te fuerza a pagar más intereses, lo que deja menos recursos para otras cosas. Y hay riesgo creciente de que las cosas se te vayan de las manos, no puedas pagar y eso fuerce recortes duros”, explica Ángel de la Fuente, director ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) a CincoDías.

Los analistas de KPMG concuerdan con esta perspectiva. “El aumento de los gastos por intereses incrementa el riesgo de impago de la deuda soberana, sobre todo, pero no de forma exclusiva, en los mercados emergentes. No se puede descartar una crisis financiera más amplia, dada la ampliación de los diferenciales de los bonos basura y la proliferación de mercados de crédito privados, menos transparentes, en los últimos años”, indican desde la consultora.

Los analistas de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés) también opinan que el mayor peso de los pagos de deuda en las cuentas públicas supone un lastre para los Estados. “Cuando los Gobiernos deben priorizar el pago de la deuda sobre los servicios públicos y las inversiones, la gente paga las consecuencias. Las escuelas carecen de fondos suficientes, los hospitales carecen de suministros y la infraestructura se desmorona. Sin embargo, debido a la ineficiencia y el alto coste de los mecanismos de renegociación de la deuda, la mayoría de los Gobiernos evitan el impago a toda costa, incluso si eso implica sacrificar los objetivos de desarrollo y la acción climática. Como resultado, los países pueden no incumplir su deuda, pero sí incumplen su desarrollo”, señala un documento reciente del organismo internacional.

Occidente

El papel que las grandes potencias podrían jugar en una crisis global por el endeudamiento es crucial. Desde el FMI aseguran que las condiciones financieras más restrictivas y volátiles en Estados Unidos podrían tener un “efecto dominó” en los mercados emergentes y las economías en desarrollo, lo que se traduciría en mayores costes de financiamiento.

“El papel del dólar como divisa preferente de reserva, inversion y comercio le da a Estados Unidos un importante margen adicional para endeudarse mas que otros, pero ese papel especial tambien implica que si el país tiene problemas serios, los efectos seran negativos para todos”, pondera Ángel de la Fuente.

Desde 1960, las Administraciones estadounidenses han elevado el límite nacional de la deuda unas 78 veces para poder ejecutar sus proyectos sin tener que incurrir en recortes fiscales trascendentes. Sin embargo, el aumento de los pasivos se ha traducido en un creciente coste en sus cuentas públicas. “El peso de los intereses está creciendo rápidamente. Los costes fueron de 881.000 millones en 2024 y se proyecta que aumenten a 1,8 billones para 2035. Solo en 2024, Estados Unidos gastó más en costes netos de interés que en cualquier otro programa federal aparte de la seguridad social”, indica una publicación reciente del think tank estadounidense Peter G. Peterson Foundation.

Michael Medeiros, estratega macroeconómico de Wellington Management, detalla que los costes por intereses son una parte cada vez más importante del gasto total del Estado, representando el 3,1% del PIB, el porcentaje más alto desde al menos 1965. En este contexto, el experto pondera que un aumento del gasto público supondrá aún más endeudamiento. “Estados Unidos tendrá que emitir cantidades crecientes de deuda: en ocho años, los bonos del Tesoro en circulación habrán pasado de 20 a 40 billones de dólares, con un coste anual en intereses que ya supera el billón de dólares, equivalente al PIB de Suiza”, afirma Christian Rouquerol, codirector de Iberia y director de ventas Iberia y Latinoamérica de Tikehau Capital.

“Algunos economistas temen que el continuo crecimiento de la deuda nacional pueda socavar el liderazgo global de Estados Unidos al reducir la disponibilidad de dólares para operaciones militares, diplomáticas y humanitarias en todo el mundo. Otros expertos temen que las grandes deudas se conviertan en un lastre para la economía o precipiten una crisis fiscal, argumentando que existe un punto de inflexión a partir del cual la gran acumulación de deuda pública comienza a frenar el crecimiento”, indican los expertos del think tank Council of Foreign Relations (CFR) en una publicación reciente.

Los expertos de CFR agregan que, en este escenario, los inversores podrían perder la confianza en la capacidad de Washington para enderezar su rumbo fiscal y mostrarse reacios a financiar el endeudamiento estadounidense sin tasas de interés mucho más altas. “Esto resultaría en costos de endeudamiento aún mayores, o lo que a veces se denomina una espiral de deuda. Una crisis fiscal de esta naturaleza podría requerir recortes de gasto o aumentos de impuestos repentinos y económicamente dolorosos”, explican los analistas.

Rouquerol agrega que Europa enfrenta un reto similar, puesto que deberá seguir financiando el Estado del bienestar y estará presionada por el envejecimiento de la población. Asimismo, pretende subir su gasto en defensa y sostener la transición energética tras la ruptura con el gas ruso. “Todo ello llevará el déficit presupuestario acumulado de la eurozona hasta los 650.000 millones de euros, un récord histórico”, sentencia el experto de Tikehau Capital.

En este contexto, otra de las grandes preocupaciones de los analistas es si el mercado podrá absorber la deuda emitida. “En la medida en que aumentan las necesidades de financiación de los Gobiernos occidentales justo cuando los países financiadores buscan reinvertir en sus propias economías, el escenario de una crisis de deuda en las naciones de rentas altas no puede descartarse del todo”, comenta Christian Rouquerol.

A este respecto, desde Tikehau Capital resaltan que los principales compradores de deuda occidental, como los bancos centrales y los inversores japoneses (los mayores tenedores extranjeros de bonos del Tesoro estadounidense), podrían reducir sus compras o decantarse por otras alternativas de renta fija. Asimismo, enfatizan que varias potencias emergentes están orientando su enfoque hacia la reinversión de capital dentro de sus propias economías. Esto incluye a China y a los países del Consejo de Cooperación del Golfo, que dependen cada vez más de los fondos soberanos para asignar capital a los gestores de activos.

“Estos actores, a su vez, alientan a las empresas de sus carteras a desarrollar sus actividades en los países de origen de los inversores. En consecuencia, el capital de estos países se alejará de los bonos soberanos occidentales, del mercado inmobiliario y de participaciones minoritarias en empresas cotizadas occidentales”, valora Rouquerol.

Países emergentes

Las organizaciones inter­nacionales están preocupadas por el posible efecto de este progresivo endeudamiento global en las economías en desarrollo, donde la deuda externa se ha cuadruplicado en dos décadas hasta alcanzar los 11,4 billones de dólares (equivalente al 99% de sus ingresos por exportación, según Unctad).

Los expertos de la entidad sostienen que una combinación de factores ha impulsado esta situación, entre ellos, el aumento del endeudamiento para proyectos de desarrollo, la volatilidad de los precios de las materias primas y el incremento del déficit público. “La pandemia de covid-19 empeoró la situación, ya que los países recurrieron a grandes préstamos para compensar las consecuencias económicas y financiar medidas de salud pública”, explica un documento de Unctad.

Por si fuera poco, las altas tasas de interés están agravando la carga. En 2023, las economías emergentes pagaron 847.000 millones de dólares en intereses netos, un 26% más con respecto a 2021. “Estas naciones solicitaron préstamos internacionales a tasas entre dos y cuatro veces superiores a las de Estados Unidos y entre seis y doce veces superiores a las de Alemania.”, alertan desde Unctad

Por otro lado, el aumento de las tensiones comerciales y de la volatilidad en los mercados también está obligando a los acreedores a ser más cautelosos, algo que podría limitar el financiamiento en las economías en desarrollo. “La creciente incertidumbre ha impulsado a los inversores a seguir de cerca la dinámica interna de los países de mercados emergentes, ya que prefieren tener exposición a países con baja incertidumbre interna y evitar aquellos con crecientes preocupaciones fiscales o aumento de la deuda pública, así como aquellos que se encuentran en la mira comercial con Estados Unidos”, afirma Eirini Tsekeridou, analista de renta fija de Julius Baer.

Este impacto se ve reflejado entre las economías más grandes, incluyendo a los BRICS. Por ejemplo, el Gobierno brasileño reconoció recientemente los crecientes riesgos de la renegociación de la deuda pública por la mayor exposición a tasas de interés. El Tesoro estimó que el 62,1% de la deuda pública federal es sensible a las variaciones de las tasas de interés a corto plazo este año, un máximo histórico desde que se inició la serie en 2008, según informó la agencia Reuters.

La situación tampoco parece positiva para la segunda economía global. A inicios del mes de abril, la agencia Fitch Ratings rebajó la calificación crediticia de China, argumentando “un continuo debilitamiento de las finanzas públicas” y una trayectoria de rápido incremento de la deuda pública. “En nuestra opinión, se desplegará un estímulo fiscal sostenido para impulsar el crecimiento, en un contexto de demanda interna moderada, subida de aranceles y presiones deflacionarias. Este apoyo, junto con una erosión estructural de la base impositiva, probablemente mantendrá elevados los déficits fiscales. Prevemos que la relación deuda pública/PIB mantendrá su marcada tendencia al alza durante los próximos años, impulsada por estos elevados déficits, la continua cristalización de pasivos contingentes y un moderado crecimiento del PIB nominal”, indican desde Fitch.

Según Unctad, en 2023 un número histórico de 54 países en desarrollo (casi la mitad en África) destinaron al menos el 10% de sus fondos públicos al pago de intereses de la deuda. “Hoy en día, 3.300 millones de personas viven en países que gastan más en el pago de la deuda que en salud o educación”, alerta la entidad.

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